"Los cuentos son una medicina. Tienen un poder extraordinario; no exigen que hagamos, seamos o pongamos en práctica algo: basta con que escuchemos. Los cuentos contienen los remedios para reparar o recuperar cualquier pulsión perdida". Clarissa Pinkola Estés.

viernes, 1 de octubre de 2021

Los Guerreros Gemelos Navajo y su padre el Sol



Cuando los Guerreros Gemelos de los Návajo se sepa­raron de la Mujer Araña, llevando sus consejos y sus amu­letos protectores, habían recorrido el camino entre las rocas que aplastaban, las cañas que rompían en pedazos, los cactos que deshacían y las arenas ardientes, y por fin llega­ron a la casa del Sol, su padre. La puerta estaba vigilada por dos osos, que se levantaron y gruñeron, pero las pa­labras que la Mujer Araña había enseñado a los muchachos hicieron que los animales se aplacaran. Después de los osos, los amenazaron una pareja de serpientes, luego vien­tos y luego relámpagos, que eran los guardianes del último umbral.48 Todos se aplacaron, sin embargo, con las pala­bras que ellos habían aprendido.

Construida de turquesas, la casa del Sol era grande y cuadrada y estaba en la playa de un enorme océano. Los jóvenes entraron en ella, y vieron a una mujer sentada en el lado oeste, a dos hermosos mancebos en el sur, y a dos hermosas doncellas en el norte. Las doncellas se le­vantaron sin decir palabra, envolvieron a los recién llegados en cuatro coberturas celestes y los colocaron en un estante. Los jóvenes permanecieron quietos. Después un llamador que colgaba sobre la puerta sonó cuatro veces y una de las doncellas dijo: “Ha llegado nuestro padre.”

El portador del sol entró en su casa, se quitó el sol de la espalda y lo colgó en un perchero en la pared oeste del cuarto, donde se sacudió y resonó por un rato haciendo: ¡Tla-tla! ¡tla! ¡tla! Se volvió a la mujer de más edad y preguntó enojado: “¿Quiénes son esos dos que entraron hoy aquí?” Pero la mujer no contestó. Los jóvenes se miraban uno a otro. El portador del sol repitió su pre­gunta cuatro veces con gran furia, hasta que la mujer le dijo: “Sería bueno que no hablaras demasiado. Dos jóve­nes llegaron hoy, buscando a su padre. Me has dicho que no haces visitas cuando sales y que no conoces otra mujer más que yo. Entonces, ¿de quién son hijos éstos?” Señaló al bulto que estaba en el estante y los muchachos sonrieron significativamente el uno al otro.

El portador del sol desató las cuatro vestiduras (la del amanecer, la del cielo azul, la de la luz amarilla de la tarde, y la de la oscuridad), y los jóvenes cayeron al suelo. Inmediatamente se apoderó de ellos. Ferozmente los arrojó sobre unos grandes clavos afilados de nácar que estaban en el oriente. Los muchachos apretaron con fuerza las plumas de la vida y rebotaron. El hombre los arrojó de nuevo a unos clavos de turquesa que estaban en el sur, a otros de haliotis en el oeste y a otros de roca negra en el norte. Los mu­chachos apretaron fuertemente las plumas de la vida y rebotaron. “Quisiera que fuera cierto —dijo el sol— que fueran mis hijos”.

El padre terrible trató entonces de ahogar a los jóvenes en una cámara de vapor demasiado calentada. Ellos reci­bieron la ayuda de los vientos, quienes les dieron, para que se escondieran, un lugar de protección dentro de la cámara. “Sí, son mis hijos”, dijo el Sol cuando salieron, pero era mentira, porque planeaba una nueva trampa. La prueba final consistía en fumar una pipa llena de veneno. Un gusano peludo previno a los muchachos y les dio algo para que se lo pusieran dentro de la boca. Fumaron la pipa sin recibir ningún daño, pasándosela entre ellos hasta que se acabó. Hasta dijeron que tenía un dulce sabor. El Sol estaba orgulloso y completamente satisfecho. “Ahora, hijos míos —preguntó—, ¿qué queréis de mí? ¿Por qué me habéis buscado?” Los Héroes Gemelos habían ganado la completa confianza del Sol, su padre.


La Danza de Shiva





“¡No temáis!”, dice el gesto de la mano del dios Shiva, mientras baila ante sus devotos la danza de la destrucción universal. “No temáis porque todo permanece en Dios.

La mano derecha extendida sostiene el tambor, cuyo batir es el batir del tiempo, el tiempo es el primer principio de la creación. La mano izquierda extendida sostiene la llama, que es la llama de la destrucción del mundo creado; la se­gunda mano derecha asume la actitud de “no temáis”, mientras que la segunda mano izquierda señala al levantado pie izquierdo y está en la “posición del elefante” (el elefante es el que abre los caminos a través de la “selva del mundo”, esto es, el guía divino); el pie derecho está plantado en la espalda de un enano, el demonio del “no conocer” que significa el paso de las almas del Dios a la materia, pero el izquierdo está levantado mostrando la libertad del alma; el izquierdo es el pie al cual señala la “mano elefante” y proporciona la razón de asegurar “no temáis”. 

La cabeza del dios se mantiene en equilibrio, serena y quieta, en medio del dinamismo de creación y destrucción que está simbolizado por los brazos arrulladores y el ritmo lento del talón derecho. Esto significa que en el centro todo está en calma. El arete derecho de Shiva es de hombre, el izquierdo es de mujer, porque el dios incluye y está por encima de las parejas de contrarios. La expresión del rostro de Shiva no es de congoja ni de júbilo, sino que es el aspecto del Motor Inmóvil; detrás y adentro de ella está la felicidad y el dolor del mundo. Los mechones de cabellos revueltos representan el pelo desarreglado de antiguo del yogui hindú, que ahora se revuelven en la danza de la vida; pues la presencia conocida en los júbilos y en las tristezas de la vida, y aquella que se conoce por medio de la meditación en la soledad no son sino dos aspectos del mismo Ser-Conciencia-Bendición, que es universal y no dual. Los brazaletes de Shiva, los aros de sus brazos, los de sus tobillos y el cordón (v. más adelante) brahmínico son serpientes vivas. Esto significa que él ha sido embellecido por el Poder de la Serpiente: la misteriosa Energía Creadora de Dios, que es la causa material y formal de su propia manifestación en y como el universo con todos sus seres. 

En el cabello de Shiva se ve un cráneo, símbolo de la muerte, que es el orna­mento de la frente del Señor de la Destrucción, así como también una luna en creciente, símbolo del nacimiento y del crecimiento, que son sus otras dádivas para el mundo. También hay en su cabello la flor de estramonio, planta con la cual se prepara un tóxico (compárese con el vino de Dionisos y el vino de la misa). Una pequeña imagen de la diosa Ganga está escondida en sus cabellos; porque es él quien recibe en su cabeza el choque del descendimiento del divino Ganges desde los cielos, y quien permite que las aguas que dan la vida y la salvación corran suavemente a la Tierra para refrescar física y espiritualmente a la es­pecie humana. La posición de danza del Dios puede visualizarse como la sílaba simbólica AUM que es el equivalente verbal de los cuatro estados de la conscienda y su campo de experiencia. A: conscienda despierta; U: consciencia en el sueño; M: dormir sin sueños; y el si­lencio alrededor de la sílaba sagrada es lo Trascendente no Mani­fiesto

El cordón brahmínico está hecho de algodón tejido por los miembros de las tres castas superiores (los llamados “dos veces nacidos”) de la India. Se le pasa sobre la cabeza y el brazo derecho, de modo que des­cansa en el hombro izquierdo y rodea el cuerpo (pecho y espalda) hasta la cadera derecha. Esto simboliza el segundo nacimiento de los dos veces nacidos, el cordón mismo representa el umbral, o puesta del sol, así que el que ha nacido dos veces habita a la vez en el tiempo y en la eternidad.