Un hombre fue a casa del sastre Szabó y se probó un traje. Mientras permanecía de pie delante del espejo se dio cuenta de que la parte inferior del chaleco era un poco desigual.
– Bueno, no se preocupe por eso –le dijo el sastre. Sujete el extremo más corto con la mano izquierda y nadie se dará cuenta.
Mientras así lo hacía, el cliente se dio cuenta de que la solapa de la chaqueta se curvaba en lugar de estar plana.
– Ah, ¿eso? –dijo el sastre. Eso no es nada. Doble un poco la cabeza y alísela con la barbilla.
El cliente así lo hizo, y entonces vio que la costura interior de los pantalones era un poco corta y notó que la entrepierna le apretaba demasiado.
– Ah, no se preocupe por eso –dijo el sastre. Tire de la costura hacia abajo con la mano derecha y todo le caerá perfecto.
El cliente accedió a hacerlo y se compró el traje.
Al día siguiente se puso el nuevo traje, “modificándolo” con la ayuda de la mano y la barbilla. Mientras cruzaba el parque aplanándose la solapa con la barbilla, tirando con una mano del chaleco y sujetándose la entrepierna con la otra, dos ancianos que estaban jugando a las damas interrumpieron la partida al verle pasar renqueando por delante de ellos:
– ¡Oh, Dios mío! –exclamó el primer hombre. ¡Fíjate en este pobre tullido!
El segundo hombre reflexionó un instante y después dijo en un susurro:
– Sí, lástima que esté tan lisiado, pero lo que yo quisiera saber es… ¿de dónde habrá sacado un traje tan bonito?
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