Cuenta el Mito que el Sapo vivía preocupado porque tenía en su campo
un claro rival, frente al que no tenía chances de sobrevivir: La
Serpiente, símbolo del nacimiento constante, de la renovación, del
desprendimiento de lo muerto, que en cada nuevo ciclo cambia su piel
como en un nuevo nacimiento.
Mientras esta se moviera libremente, el
Sapo, símbolo de lo lento, lo viejo, que vive en el pozo, con su piel
rígida y durísima, caería siempre vencido frente a ella. Pero, según la
leyenda, el Sapo echó mano de un recurso mágico, que funcionó de un modo
devastador. Hizo salir de su boca una baba con la que fue encerrando a
La Serpiente en un Círculo. Cada vez que la Serpiente intentaba pasar el
borde, el Sapo, aterrorizado, escupía mas baba. Y La Serpiente,
literalmente, rebotó siempre contra ese límite. Una vez encerrada ahí,
se acomodó a vivir dentro del Círculo que el Sapo le trazó.
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